Samantha es un ambicioso prototipo que busca complacer las necesidades sexuales y emocionales de un hombre a partir de los patrones de inteligencia artificial.
Las muñecas sexuales son un hecho. Cada vez más reales e inteligentes, ganan terreno entre los hombres que buscan compañía. Detectando esta necesidad, el doctor en nanotecnología, ingeniero en electrónica y experto en computación, Sergi Santos fue el primero en idear un polémico modelo capaz de responder a estímulos precisos a través de la inteligencia artificial.
La primera robot sexual de la historia fue presentada en 2010. Roxxxy –así denominada- generó un gran impacto en aquel entonces, ya que se la definió como la representación de la evolución de las muñecas inflables o de silicona. Ésta abrió el camino de otros tantos venideros en los que se fueron corrigiendo detalles, incrementando las funciones y mejorando el aspecto.
Actualmente, el diseño desarrollado por el experto es un proyecto aún más ambicioso, ya que es capaz de sentir, excitarse y hasta alcanzar el orgasmo. "Muchas muñecas chinas presumen de lo mismo, pero se reducen a meros mecanismos con sensores en la vagina que, al ser penetradas, emiten sonidos, pero yo las compararía con esos osos de peluche a los que les aprietas una pata y dicen I love you", explicó su creador al diario El País.
A su reciente creación la nombró Samantha y su hiperrealismo es sorprendente. Se asemeja al ser humano en su aspecto físico – la piel al tacto es similar -en su rutinas, debe 'bañarse', la necesidad de llevar vestimenta, pero también en su comportamiento. "No son meros cuerpos donde uno pueda practicar el coito sino que hay que excitarlas previamente como se hace con una mujer ", detalló el ingeniero.
Están equipadas con sensores en todo el cuerpo, – cara boca, pechos, órganos sexuales y ano de forma tal que responden de manera automática a estímulos cada vez que son abordadas. Este prototipo cuenta además con un vibrador en la zona íntima que se activa cuando el usuario logra despertar su apetito sexual.
A su vez, su respuesta varía según su estado, ya que también cuenta con modos: amistoso, romántico y sexual. El último capaz de alcanzar el clímax.
El juguete cuesta 4000 mil dólares y hace un mes que está en el mercado en Synthea Amatus, la empresa de Sergi Santos. Más allá de la visión sexual, Santos sostiene que esta innovación puede acabar con el trabajo sexual y reducir el contagio de enfermedades venéreas.