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Espectaculos

Sofía Gala: "Me gusta alzar la voz"

Rocanrolera, animal político, bestia pop, reflexiona sobre la fama, el rol de la mujer, su lugar en el cine y el teatro como un espacio que conoce desde la panza de su madre.

11/08/2017

"La fórmula para hacer lo que a uno se le cante es no joder a nadie. El que se moleste porque me fumé un porro en un recital o porque crío a mis hijos de tal manera a mí no me importa, salvo, claro, que sean mis hijos los que me lo planteen."

Miércoles de la semana pasada. Noche de estreno. Teatro El Tinglado, de Almagro. En una sala alternativa, ella actúa en La empresa siempre perdona, obra de teatro político dirigida por Rosa Celentano. Minutos antes de la hora indicada, llega su madre, Moria Casán, con una prenda rojo furioso con aires de flamenco (supongamos, mucho no entiendo del tema). Adentro, cosa rara para una sala del circuito alternativo, hay cámaras de televisión de programas de la tarde y ciertas caras no tan comunes para este tipo de espacio. La jurado del "Bailando" se saluda con Luisa Kuliok, una de las productoras de la obra. En escena, Sofía es la psicóloga de una fábrica en la que uno de sus trabajadores (Roberto Romano) tiene un accidente laboral.

Al finalizar la función hay aplausos, y hay fotos de una mamá famosa aplaudiendo de pie a su hija famosa. Y hay flores, y están todas las pinceladas típicas de una noche de estreno. Luego de las declaraciones de rigor, Sofía parte.

Un día más tarde, en el hall del Teatro Buenos Aires, donde esta trabajadora de la actuación hace Confesiones de mujeres de 30, cuenta: "Anoche no hice nada porque me falló la niñera y me tuve que volver a casa". Sofía es mamá, y pasa música, y actúa, y es la hija de y de, y es rockera, y es pop, y es política, y es mujer, y es parte del elenco de la primera serie de Netflix filmada en la Argentina, y es una persona que llega, puntual, a la entrevista, aunque el centro porteño sea un caos por manifestaciones con reclamos varios.

En sintonía con otros reclamos, ella apostó a hacer una obra escrita por el venezolano Rodolfo Santana en la que los dos personajes exponen una brutal diferencia de clases. "Me parece increíble que una obra escrita hace tantos años, en 1974, siga teniendo actualidad -reconoce después de haber posado para las fotos-. En los últimos años, en América latina tuvimos todo un mundo que parecía que iba a cambiar de formas y maneras, y que, de golpe, volvió a cambiar. Eso trae consecuencias. Por eso está bueno, aunque sea triste, que la obra siga vigente. Y como sucede en la trama, a partir de un accidente laboral, en todos los trabajos del mundo existe el premio y el castigo."

-¿Cuál es el premio y el castigo para un actor?

-Supongo que el premio es la buena crítica, el aplauso, el reconocimiento, y el castigo, lo opuesto. Aunque, claro, yo tengo algo particular: antes de elegir esta profesión, la gente ya se me acercaba por ser la hija de mi mamá. Hay muchos que me conocen desde que soy chica y se me acercan de una manera un tanto avasallante. También están los que me llenan más, porque te das cuenta de que no sólo sos una piba que ellos ven en la tele mientras se mandan una milanesa, sino que lo hacen porque algo de lo que hice les pegó. De todos modos, lo que más me duele y molesta de la fama es la despersonificación del otro. Hay algunos que se te ponen al lado y empiezan a criticarte mientras hablan entre ellos como si yo no los escuchara. ¡Ni tu peor enemigo te haría eso! De golpe te transformás en un póster, pierden la dimensión de que sos real.

-Deben pensar que sos la proyección de lo que ven en la tele mientras se mandan la milanesa.

-Totalmente. Supongo que debe tener que ver con que viví toda la vida dentro de la pantalla de esta gente. Deben pensar que soy algo creado para ellos como si fuera un dibujito animado.

-Debutaste en teatro a los17 años con Fernando Peña. Cuando analizás tu laburo en teatro, ¿qué ves?

-Mirá, yo tengo la suerte de haber tenido una experiencia teatral de extremos. Empecé con Peña y luego seguí con José María Muscari, dos tipos experimentales; pero hice también obras con Julio Baccaro, un director superserio y de una escuela más estructurada. También trabajé con Alejandro Tantanian, con pibes jóvenes del off, con Lía Jelin, con quien hacemos Confesiones de mujeres de 30. Estoy contenta con ese recorrido.

-Parece que esa paleta de lo diverso, de haber crecido entre camarines rodeada de figuras como Olmedo y Porcel, pero también de otras como Coppola y Eliseo Subiela, es lo que te define.

-Sí, me encanta. Cada uno me fue enseñando distintas cosas. Soy bastante autodidacta, tanto que ni terminé el colegio secundario.

-¿Por qué no lo terminaste?

-Porque me quería ir de mi casa. Mi mamá me había dicho: "O trabajás o estudiás". Me fui a trabajar. Necesitaba estar sola, ser independiente.

-¿A qué edad fue eso?

-A los 17, último año del colegio, cuando me fui a trabajar con Peña.

-Él dijo una vez de vos que habías sido educada en libertad. ¿Fue tan así?

-Bue..., "libertad" es una palabra rarísima. Hablar de libertad cuando una persona te la tiene que dar, es un tanto dudoso. Uno es libre más allá de la soga que te puedan dar. Sí es cierto que me criaron de una manera muy abierta, que zafé de infinidad de tabúes. Igual, dentro de esa libertad, había cosas que sentía, como siente cualquier joven, que coartaban mi libertad. Nunca dejé de sentirme una adolescente, una conflictuada eterna por el vínculo con mis padres. Como todos.

-¿Con tus dos hijos te encontrás repitiendo mandatos?

-Todo el tiempo. Es imposible no repetir y es imposible no querer repetir lo que pensás que está bien. Sí intento no llenarlos de tabúes: que el sexo no lo sea, que el color rosa no es de nena o un montón de cosas que parecen boludeces, pero que considero fundamentales para que sean mejores, sufran menos, no sean atacados.

-¿Cómo es lidiar con todo ese combo y una madre como Moria, tan omnipresente en el imaginario popular?

-De eso no me hago cargo. Está en ese lugar porque es donde quiere estar. A mí no me modifica. Mi relación con ella, en el fondo, es parecida a la de todos. Las cosas que la prensa ha dicho sobre el vínculo con mi madre no son las que a mí me molestaban, y esas cosas forman parte de mi intimidad. El punto es que el mundo está tan ciego que todo se ve con un anteojo un tanto distorsionado. El que me putea porque me teñí el pelo de violeta es porque está metido en la boludez. Debe ser el mismo que ve a un pibe con cresta y cree que hay que matarlos a todos. Yo no voy a ponerme a discutir con alguien que no acepta el debate.
Cuestión de pantallas

"Desde chiquita soy fanática del cine -dice Sofía Gala Castiglione, mientras se come un sándwich antes de la función-. Mi papá Mario Castiglione veía mucho cine de género. Mi mamá Moria, obvio, cine italiano. Soy coleccionista de películas desde, ponele, los 4 años.

-Una enfermita.

-Una obse. Desde que entré al cine de la mano de Eliseo Subiela El resultado del amor, 2007 sentí que era el lugar donde más me aceptaron. De alguna manera me adoptaron. Con el teatro es distinto porque yo me crié entre bambalinas, viendo a mi madre sobre un escenario haciendo Brujas, esperándola para ir a comer a Fechoría, a La Nonna Immacolata, Chichilo...

-Parece un juego de citas a los lugares de ocio y entretenimiento de la clase media argenta.

-¡Totalmente! Yo voy a Edelweiss y me conocen todos los mozos. A diferencia de lo que me sucedió en el cine, hacer teatro fue como volver al lugar donde me había criado.

-Desde esta perspectiva, el cine parecería ser el lugar de expresión más propio.

-Ponele. Igual, siempre alguien dirá que alguna ayude tuve...

-El mes próximo estrenás Alanis, película de Anahí Berneri.

-¿Ves? Ésa es una peli muy importante para mí. La hice con mi hijo más chico porque me parecía que, para esa historia, estaba bueno que él estuviera. No hubiera podido crear una relación tan real con otro niño de un año y medio para contar una historia tan real. Mi personaje, más allá de la relación hermosa que tiene con su hijo, se queda en la calle porque le clausuran el lugar que atiende con su amiga. La película habla de algo muy fuerte que es la hipocresía que existe en relación con la prostitución. Habla del vacío legal que existe, de cómo todo es considerado como trata, de cómo la prostitución no es ilegal, pero sí las maneras de hacerla y cómo hacerlo, de cómo ese trabajo no vale. Por su supuesto que la trata existe y hay que combatirla, pero no todo es trata. La prostitución fue el primer trabajo que pudimos tener cuando no podíamos tener ningún trabajo. De eso hay que hablar y me gusta alzar la voz con esta película.

-Berneri hizo su primera película, Un año sin amor, embarazada. En ésta actuás con tu hijo.

-Tiene mucho que ver que ella sea la directora con el hecho de haber llevado a mi hijo al set. A mis hijos, ahora que estoy un poco menos paranoica, trato de cuidarlos de la exposición mediática, pero en este caso era muy importante la relación de la teta, el bebe, esa cosa de piel constante, la transpiración. Y estaba bueno mostrar eso en contraposición con el trabajo que tiene esta mujer.

-Mostrar que la teta es esto y que también es esto otro.

-Claro. Que esta mujer es puta y también, madre. También para poder decir esto es que me subí a este tren.