Los nuevos sexbots hablan y se mueven, pero no están solamente creados para satisfacer el placer sexual. Con la posibilidad de programar la personalidad, también pretenden conquistar a los dueños. Cómo es Harmony 2.0, el modelo que refleja el futuro de la robofilia.
Desde tareas laborales hasta propuestas de ocio, la tecnología incurre cada vez más en las actividades de las personas. Y dentro de ese protagonismo creciente también se incluye a la vida sexual. La inteligencia artificial va conquistando de a poco el mercado global del sexo, con revolucionarias tecnologías que, según afirman, otorgan placer a los humanos. La robofilia ya es una realidad y solo es cuestión de tiempo para que los humanos se enamoren de las figuras cibernéticas.
La primera robot sexual de la historia fue presentada en 2010. De nombre Roxxxy generó un gran impacto en aquel entonces, ya que se la definió como la representación de la evolución de las muñecas inflables o de silicona. Este fue el primer ejemplar de otros tantos venideros en los que se fueron corrigiendo detalles, incrementando las funciones y mejorando el aspecto. La industria pretende en cada diseño afinar aún más la interacción íntima entre humanos y artefactos tecnológicos.
Actualmente, las máquinas están equipadas con sensores en todo el cuerpo, de forma tal que puedan responder cuando son tocadas, y a veces, la respuesta depende del rasgo de personalidad que se eligió para el robot sexual. La mayoría de estos humanoides tiene funciones de movilidad aunque aún ninguno camina; muchos de estos cuentan además con sistemas de inteligencia artificial.
Este año se presentará el robot denominado Harmony 2.0 , el prototipo más avanzado entre los suyos. Con un aspecto símil al de una estrella del porno, tiene un cuerpo y cerebro que funciona a través de una aplicación. Viene con una "memoria persistente" que le permite construir relaciones con sus dueños y recordar hechos y datos relacionados a ellos. Por ello, los diseñadores argumentan de que puede incluso enamorar al usuario.
La muñeca de silicona de aspecto humano habla con un acento escocés y puede ser programada con 18 diferentes rasgos de personalidad, incluyendo "tímida" y "sexual". Puede ser sumisa, cariñosa o fogosa. Cuenta con un esqueleto flexible y requiere alrededor de 80 horas de trabajo. El usuario tendrá la opción de elegir los rasgos físicos: podrá personalizar los genitales, elegir entre varias caras para su modelo, seleccionar el color de piel, entre otras opciones.
Para aquellos que no solo buscan un encuentro sexual, las conversaciones posibles no se limitarán a temas sexuales dado que la IA permite hacer posible otro tipo de charlas. "La idea del robot es ayudar a alguien a encontrar un nivel de compañerismo que no pueden lograr de otra manera", afirmó Matt McCullen, CEO de RealDoll.
La empresa fabrica 18 tipos femeninos de cuerpo y otros dos masculinos. El largo proceso de fabricación en el que participan programadores, ópticos, escultores, maquilladores, entre otros, deriva en un elevado costo. Los precios comienzan en USD 6.500, mientras que las creaciones más específicas totalmente personalizadas arrancan desde los USD 12.000. Estos acompañantes de plástico comenzarán a ser comercializados a finales de este año.
El sexo con robots -dicen- puede ayudar a personas con dificultades para tener relaciones íntimas. Pero de acuerdo a un estudio de la Fundación para la Responsabilidad Robótica (FRR) también supone "riesgos", como el incremento de la cosificación de las mujeres, el aislamiento social o la alteración de la percepción en cuestiones de consentimiento.
"No hay dudas de que crear una representación pornográfica de cuerpos femeninos en este tipo de máquinas" señalaron desde el ente británico. No obstante, sostuvieron que "la gran pregunta es cuál es el impacto adicional que esto puede generar en la percepción de la sociedad, en el marco de una ya creciente industria para adultos que cosifica y mercantiliza".