Aunque es una práctica cada vez menos frecuente, la modificación estética de las mascotas se sigue haciendo.
Se supone que el hábito de cortarle la cola y las orejas a algunos perros empezó con los romanos, que creían que las largas colas peludas eran la causa del contagio de las pulgas y la rabia. Luego, por otros motivos, fueron los campesinos. Después los cazadores y por último los criadores de perros de pelea, que así los prevenían de convertirse en presa fácil de adversarios. Los criadores de perros para exhibición también se sumaron a la práctica.
Hoy no importa si el perro en cuestión vivirá en un departamento y nunca necesitará pelear, ni cuidar un establo, ni desfilar ante un jurado: muchos pasarán bajo el bisturí para continuar con el hábito.
La amputación tiene detractores y defensores. El consenso veterinario indica que es una practica cruel solo limitada a la cosmética y que priva al perro de sus atributos de comunicación -emisora y receptora- y equilibrio, entre otras cosas.
Los criadores, en cambio, aseguran que además de verse "bien", enaltece y purifica la raza y refuerza algunas partes del sistema inmunológico. Para lo que algunos es sinónimo de estilo, de estética o de instrumento de lucha, para otros es cirugía animal innecesaria. Tan es así que en Australia y en la mayor parte de Europa la práctica fue prohibida. En Argentina el hábito es irrestricto y en Brasil solo se permite para casos de perros "de trabajo".
"Si por cirugía estética se entiende el corte de orejas y de cola, en las mascotas no debería tener ningún lugar. Si bien el país hay veterinarios que los hacen, por suerte son muy pocos. Este tipo de cirugía, al ser mutilante y sin finalidad terapéutica, cada vez tiene menos demanda, tanto por la toma de conciencia de la gente, como por el cambio de postura de las asociaciones cinológicas. Por ello tanto en el país como en el mundo hay una tendencia a no realizarlas", explica Sabas Hernández, profesor titular de la Cátedra de Cirugía de la Facultad de Veterinaria de la UBA.
El impacto en los propios perros se conoce, pero resulta que también impacta en la gente. ¿Quién no se sintió un poco inquieto ante la cercanía de uno de ellos -sobre todo si hay niños cerca-, aunque el perro esté tranquilísimo? Es que un doberman amputado es tan normal que lo que llama la atención es su ausencia. ¿Cuantas veces vemos un doberman con cola y orejas sin cortar y no lo reconocemos?
Cola corta
La investigadora canadiense Katelyn Mills de la universidad de British Columbia develó a través de un estudio que el hábito está tan extendido que en su país y en Estados Unidos una gran mayoría de gente entiende que dobermans y boxers nacen así, con el rabo cortito y las orejas puntiagudas. Su conclusión es que la gente no quiere saber sobre esas cosas incómodas, como tampoco quieren conocer en detalle cómo se los interviene "para que queden más lindos". También sugiere que eso se debe a que los propios criadores y veterinarios en esos países se manejan con discreción: prefieren no dar a conocer que sus productos fueron manipulados por tijeras.
Es que más allá de lo que pasa en los animales, Mills estudió lo que sucede en las personas y notó que la presencia o falta de alguno de sus órganos modifica no solamente el vínculo entre ellos, sino entre ellos y nosotros e incluso entre los propios seres humanos.
Según la investigadora, esto se nota sobre todo en los niños, pero también en adultos: uno no reacciona de la misma manera ante un doberman con orejas estilo militar y cola cortada que ante uno idéntico pero con orejas caídas y cola entera. En el último caso no sólo entendemos mejor sus intenciones sino que también nos resuelve nuestra propia conducta a seguir. O sea que si alguien tiene frente a sí un doberman amputado, por muy manso que sea y muchas ganas de jugar que tenga, es muy probable que nadie se acerque a él por su presencia intimidante.
En su investigación, Mills también descubrió que la presencia de un perro cortado impacta de un modo tan discordante que incluso promueve conflictos entre sus dueños y los de otros perros, aunque entre los propios perros se lleven fenómeno.
Influencia estadounidense o europea
Las ablaciones no son exclusivas de los doberman: los Boxer, el Schnauzer y hasta el Grifón de Bruselas pueden pasar por el quirófano con fines que, a esta altura, son más culturales que relacionados con el equilibrio natural o con atributos de funcionalidad. ¿Cómo medir el dolor del animal? Difícil, pero otro estudio citado por Mills afirmaba que la intervención es dolorosa: de 50 cachorros evaluados los 50 gritaron y trataron de zafarse de las manos que manipulaba el cuchillo. También evaluaron una población de dobermans sin intervenir: las heridas e infecciones a las que supuestamente están expuestos son prácticamente inexistentes.
Según Hernández, "desde el punto de vista quirúrgico, son operaciones de baja complejidad, sin dolor durante el procedimiento con la anestesia adecuada, pero con posoperatorios dolorosos, sobre todo el corte de orejas y, como todo procedimiento quirúrgico, nunca están exentos de complicaciones". Tampoco, asegura, existe evidencia científica que sea beneficioso para la raza.
Javier Fariña, director del Registro Genealógico de la Federación Cinológica Argentina, juez de la raza, explica que la Federación no prohíbe competir a animales con orejas y colas largas, y que cada vez son más. Sin embargo, el sitio web del Club de los Doberman (del que fue presidente) exhibe fotos de todos los campeones de sus competencias, y todos están operados.
"Es que en la Argentina la crianza de la raza tiene una fuerte influencia norteamericana, al contrario que en otras razas que tienen más influencia europea", dice, y admite que ese es el criterio estético. Es decir, que el estándar de excelencia de los criadores y jurados de esta raza implica la amputación de la cola y parte de sus orejas, que así se consagra la belleza de la raza. Hernández no está demasiado de acuerdo. "La estética es algo perteneciente o relativo a la percepción o apreciación de la belleza, por ello totalmente subjetiva. Dependiendo de quién y cómo la realice, puede ser una práctica cruel, aunque en realidad, cruel no sería la práctica, sino quien la realiza".