Cada 24 de julio se conmemora el redescubrimiento de la famosa ciudadela de Perú. Sin embargo, investigaciones recientes demuestran que el santuario fue "descubierto" en varias oportunidades.
Un día como hoy en 2011 se celebraba el centenario del descubrimiento de la ciudadela inca por parte del explorador estadounidense Hiram Bingham en 1911, quien nombró -de forma errónea- el descubrimiento de la “ciudad perdida de los incas”. Erronea, porque no era la primera vez que exploradores llegaban al lugar. Si bien, a partir de Bingham se conoció al santuario en el mundo académico occidental, esa concepción tiene errores, ya que otro explorador tenía conocimiento de la existencia de Machi Picchu, desde mucho tiempo antes.
Se trata de un aventurero empresario, el alemán Augusto Berns en 1867, y esta parte de la historia conforma uno de los misterios más oscuros que se esconde en las alturas. Según las investigaciones del historiador Paolo Greer, el alemán creó una empresa expresamente para saquear Machu Picchu y su entorno inmediato. La empresa, conocida como Compañía Anónima Explotadora de las Huacas del Inca, contaba con el apoyo de algunos de los personajes más importantes de Perú, entre ellos el presidente del país. Los hallazgos de Greer, examinados junto con material de documentación descubierto por un arqueólogo peruano, demuestran que en 1887 el Gobierno peruano consintió el saqueo de Machu Picchu y firmó un acuerdo con Berns, según el cual se permitía a éste exportar el material y el Gobierno se reservaba un 10% de los ingresos.
Greer ha encontrado en los archivos peruanos documentos escritos por Berns que revelan que entre 1867 y 1870 exploró Machu Picchu y descubrió varias estructuras subterráneas selladas. Antes de planear, con apoyo gubernamental, la forma de saquear el lugar, Berns predijo que estas estructuras «contendrían sin duda objetos de gran valor»: los «tesoros de los incas».
La revelación de que los tesoros arqueológicos fueron saqueados, casi con toda certeza, con el apoyo del Gobierno peruano a finales del siglo XIX llega justamente en un momento en que Perú redobla sus exigencias de que le sea devuelto el material que Hiram Bingham halló en Machu Picchu (y que actualmente se encuentra en la Universidad de Yale).
Hiram Bingham era un historiador, arqueólogo, explorador, aviador y político estadounidense. Hay quien ha llegado a insinuar que el taquillero personaje de Indiana Jones está inspirado en él. Bingham enseñó en las universidades de Harvard, Princeton y Yale, y fue miembro del Senado de Estados Unidos y gobernador de Connecticut. Sin embargo, hasta ahora, siempre ha sido más conocido por ser el descubridor de Machu Picchu, la ciudad perdida de los incas, que ahora ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y que constituye una de las atracciones turísticas más famosas del mundo. Su libro de 1948 sobre Machu Picchu, «La ciudad perdida de los incas», fue un éxito de ventas. Y en el propio Machu Picchu, la pista de montaña que lleva a las ruinas se conoce como «carretera de Hiram Bingham».
Sin embargo, Bingham no había “descubierto” Machu Picchu. Tampoco estaba “perdido”, Puede que él alertara de su existencia al mundo académico occidental, ya que no había menciones a él en las crónicas de los invasores españoles, pero los pueblos indígenas de la zona tenían que conocer su existencia. Y sin embargo Christopher Heaney, investigador en la Universidad de Texas y autor de un libro sobre Hiram Bingham, asegura que el historiador se quedó asombrado al descubrir a una familia indígena que vivía cerca de la ciudadela. “Cuando escaló la montaña se sorprendió al encontrar a una familia indígena en lo alto”, dijo. Lo que resulta difícil de entender es la propia sorpresa de Bingham. Aquí entra en escena el verdadero “descubridor”: Agustín Lizarraga.
Nueve años antes de Bingham, el agricultor peruano Agustín Lizárraga llegó hasta la ciudadela inca, una historia poco conocida que ahora algunos cuzqueños buscan reivindicar con la publicación del primer libro sobre el tema.
El cuzqueño Américo Rivas es el autor de la obra, titulada "Agustín Lizárraga: el gran descubridor de Machu Picchu", y donde añade abundantes detalles inéditos a una historia ya conocida y aceptada por los especialistas, pero que aún el público general desconoce incluso en el propio Perú.
Estos territorios eran y aún son los hogares de los pueblos indígenas. Declarar una tierra “vacía” antes de la invasión de los colonizadores y “descubierta” una vez que llegaron supone robar a los pueblos indígenas su identidad, su dignidad y sus derechos territoriales: supone negar su propia existencia. “Si me robas mi tierra, me robas la vida”, dijo Marcos Veron, un hombre guaraní-kaiowá de Brasil.
Entonces hoy, 24 de julio, el día se nos presenta para hacer una profunda reflexión sobre los descubrimientos y redescubrimientos. Conocer y entender estas cuestiones nos hará más fácil ver las cosas de manera distinta, lo cual nos permitirá resignificar estas fechas.