En su visita a Ereván, el Sumo Pontífice recuerda el genocidio armenio; "Para que la humanidad no olvide y sepa ganar con el bien el mal", dice en su oración.
"Aquí rezo con el dolor en el corazón para que nunca más haya tragedias como esta, para que la humanidad no olvide y sepa ganar con el bien el mal; Dios conceda al amado pueblo armenio y al mundo entero paz y consolación". Tal como había hecho en septiembre de 2001 San Juan Pablo II, en su segundo día en Armenia Francisco visitó esta mañana el memorial de Tzitzernagaberd de esta capital, el sitio más emblemático del país. En este lugar impregnado de dolor, rezó una sentida plegaria en homenaje al millón y medio de víctimas del genocidio que sufrió esta Nación hace más de 100 años, como dejó escrito en su libro de honor.
En un clima de gran emotividad, marcado por el silencio, los coros y el triste cantar de flautas tradicionales armenias, de madera de damasco, el Pontífice rezó de pie junto a Karekin II, Patriarca de la Iglesia armenia, frente a la llama eterna custodiada adentro del impactante monumento de basalto gris. Dominaba el lugar la cima nevada del imponente Monte Ararat, que queda en Turquía y donde se cree que recaló el Arca de Noé, visible a lo lejos.
A diferencia del holocausto judío, reconocido y condenado por los alemanes, el genocidio armenio no fue reconocido ni condenado por el gobierno turco.
El genocidio tuvo su origen cuando, con la decadencia del Imperio Otomano a fines del siglo XIX, se desarrolló en Turquía un movimiento nacionalista llamado de los Jóvenes Turcos, que conquistó el poder en 1909, y lo mantuvo durante 10 años. Este grupo pretendía crear un gran imperio panturco, desde el Mar Egeo hasta los límites con China. Los armenios, que formaban una especie de cuña entre los turcos de Anatolia y los del Cáucaso, eran un obstáculo.
La ocasión de deshacerse de ellos se presentó en 1915, cuando las potencias europeas estaban metidas de lleno en la Primera Guerra Mundial. Todos los armenios fueron llamados a las armas y, separados unos de otros, fueron masacrados. Luego arrestaron y asesinaron a todos los intelectuales, los sacerdotes y los dirigentes políticos. Las víctimas fueron un millón y medio, casi todos armenios de Turquía.
El Papa llegó al memorial que los recuerda -un complejo arquitectónico moderno que se levanta sobre "la colina de las golondrinas" de esta capital-, pasadas las 8 y media de la mañana. Junto a Karekin II, fue recibido por el presidente, Serzh Sargsyan y su esposa. Junto a ellos, en medio del silencio y seguido por obispos armenios apostólicos y católicos, caminó hasta la entrada del mausoleo circular. Allí, dejó una corona de flores y oró, concentrado y serio, durante varios minutos. Se destacaba entonces la presencia de dos hileras de niños con remeras alusivas a esta visita a la primera nación cristiana, que llevaban carteles con una pintura de los mártires de 1915. Luego de bajar una escalinata para llegar al sitio de la llama perenne, el Papa dejó dos rosas blancas. Y se rezó el Padre Nuestro en armenio y una plegaria por los miles de muertos en el "primer genocidio del siglo XX", tal como lo definió Francisco definió en abril del año pasado.
Seguían ese momento más que sobrecogedor, retransmitido en una pantalla gigante, varios familiares de sobrevivientes. Entre ellos, una delegación de 200 personas proveniente de la Argentina, la mayor de habla hispana de la diáspora armenia, de cerca de 9 millones. "Ya había estado en 2011, pero hoy es notablemente diferente, estando un Papa argentino que hizo las declaraciones contra el genocidio que hizo el año pasado en el Vaticano, y ahora acá", dijo Carlos Melconián, presidente del Banco Nación, con cuatro abuelos sobrevivientes del genocidio. "A una de mis abuelas era difícil preguntarle qué pasó, porque se quebraba apenas empezaba... Nunca pudo terminar de contarme las cosas", evocó Melconian.
"No hay familia armenia que no haya tenido una víctima", dijo por su parte Arturo Karagozlu, industrial textil que también viajó desde Buenos Aires, que destacó el rol del Papa en el reconocimiento del genocidio armenio. "Francisco logró que el tema tenga trascendencia mundial, algo invalorable", dijo. "Si ayer reafirmó con las palabras concretas su condena al genocidio, lo de hoy, al venir y rezar en este lugar fue un gesto visual enorme", subrayó.
Antes de irse, Francisco pasó por el jardín del memorial donde hay árboles plantados por personalidades internacionales que reconocieron el genocidio. Allí, regó un pequeño pino que dejará constancia, con una placa, de su histórica visita. Saludó luego a una decena de parientes de armenios perseguidos que se refugiaron en la residencia papal de Castelgandolfo, hospedados por el papa Benedicto XV.
Al margen de llamar a que "nunca más ocurran tragedias como Éstas", finalmente, en el libro de honor del memorial dejó otro pedido a Dios, para que "custodie la memoria del pueblo armenio". "La memoria no debe ser aguada ni olvidada, la memoria es fuente de paz y de futuro".