Mariano Galván, de 32 años, se convirtió en el segundo argentino en hacer cumbre en el Everest (8848 metros) sin la asistencia de oxígeno y en solitario.
El hombre subió a la montaña más alta del mundo, donde la supervivencia es casi imposible, sin ayuda adicional, sin ninguna compañía y cargando todo el equipo en una pequeña mochila. Una hazaña que sólo había logrado el montañista argentino Heber Oroña en 1999.
Galván nació en Trelew y vive en Mendoza, donde trabaja como guía profesional de alta montaña. Con su ascenso a la cima del mundo ingresó además por la puerta grande al selecto club de 152 personas que llegaron "solitos" hasta ahí arriba sin oxígeno adicional. "Uno trata de ir por sus propios medios y pelearla solito, sin máscaras y sin nada que se interponga entre la naturaleza y uno mismo; estoy de acuerdo con el uso de oxígeno cuando uno viaja con clientes porque es una disposición de seguridad, pero como iba solo...", expresó Galván a La Nacion acerca del riesgo del ascenso en estas características. Sucede que, en algunos círculos del montañismo profesional, el uso de oxígeno es considerado "doping". Pero, al mismo tiempo, prescindir de esta herramienta puede significar el camino más rápido a un edema cerebral, pulmonar, congelamiento y la muerte cuando el cuerpo es sometido a alturas por arriba de los 6000 metros.
La nota curiosa es que el 19 de mayo pasado, en la cumbre del Everest, mientras el resto de los visitantes aspiraba desesperado de las máscaras conectadas a los tubos de oxígeno, un argentino de apellido Galván buscaba, de onda , que alguien le tomara la mítica foto en lo más alto del planeta. Y la obtuvo. "Sentís que es el techo del mundo, pero como fui en solitario no tenía a nadie que me diera un abrazo: es como llegar a una fiesta y no conocer a nadie", dijo. En el pequeño espacio de la escarpada cima suelen encontrarse hasta 20 personas durante la "ventana", pequeño lapso de buen tiempo que prodiga la naturaleza a los montañistas para realizar el ascenso.
El camino a la cumbre suele transformarse en una larguísima fila de hormigas humanas que trabajosamente da un paso tras otro. Es como una autopista contra los límites de lo posible: el día en que Galván alcanzó la cumbre seis personas murieron. Este año hubo un total de 11 fallecimientos en el Everest.
En el ascenso, Galván tuvo que dormir a una altura de casi 8000 metros, antes del ataque final a la cumbre, sin bolsa de dormir: "No podía darme el lujo de cargar nada, hacía mucho frío (-35°), y si se llegaba a complicar... bueno en fin". A las 9.45 salió hacia la cima, que alcanzó a las 11. Luego inició el peligroso descenso, donde suelen ocurrir muchos accidentes. Cuarenta y ocho horas después, ya estaba en el campamento base disfrutando de una buena cena entre camaradas. "La verdadera cumbre es cuando llegás abajo, cuando lo compartís con otros y, sobre todo, cuando salís ileso", sintetizó.
Al recorrer la historia de Galván hay que destacar que ya tenía experiencia en los Himalayas; el año pasado alcanzó la cumbre del Lhotse (8516 metros), la cuarta montaña más alta del planeta, solo, sin oxígeno ni porteadores a pesar de tener problemas respiratorios. Ha pisado la cumbre del Aconcagua más de una docena de veces por distintas rutas y, en 2010, escaló la pared sur en 34 horas y se convirtió en el montañista de América latina más rápido en conseguirlo. En esa escalada tuvo que subir paredes de 60 y 70° apenas sostenido por sus manos.
- ¿Cómo es subir solo en esas condiciones y qué se siente?
-Te vas agarrando de lo que hay; la experiencia te ayuda a concentrarte nada más que en la punta de tus dedos y a no tener miedo; la parte psicológica es muy importante... Si falla, te matás. Es una evolución de mucho tiempo para ir puliendo los factores en juego. La adrenalina requiere de mucha concentración, no hay mucho más. Esa es la verdad.
Fuente: diario La Nación.