Santiago del Estero, Viernes 29
Marzo de 2024
X
Opinión y Actualidad

Biden, Twitter y ¿el fin de la desinformación?

El punto de inflexión de las elecciones en los Estados Unidos. Las plataformas no quieren ser señaladas y creció la conciencia de los votantes.

12/11/2022

Por Gonzalo Abascal, en el diario Clarín
Se había pronosticado una “ola roja”, un arrollador triunfo republicano, pero no ocurrió. Las elecciones de medio término en los Estados Unidos, en las que se renovaba la Cámara de Representantes (435 diputados), 34 senadores y 36 gobernadores, se esperaron con el recuerdo aún fresco del ataque al Capitolio y el temor extendido de que reaparecieran la polarización y la violencia.

Nada de eso pasó. Ni la consagración de los republicanos que impulsaría una nueva candidatura de Donald Trump a la presidencia (aunque cientos de sus candidatos se impusieron en sus respectivos Estados) y el comienzo de la retirada de Biden, ni las protestas de los descreídos en la veracidad de los resultados electorales.

Hay explicaciones políticas y son trascendentes. Pero una parte de la prensa, los analistas y la industria de los medios y la tecnología de los Estados Unidos se preguntan por estas horas si algo cambió en la circulación de noticias y el consumo informativo. Al fin, si el ciclo de la desinformación, las fake news y la influencia de los trolls a través de redes sociales llegó a su fin.

“Luego de las elecciones surge un cauto optimismo de que pocas narrativas falsas se han impuesto”, titulaba este viernes el diario The New York Times. ¿Y qué cambió desde el 6 de enero del 2021, día en el que el asalto al Capitolio marcó el pico de circulación de noticias falsas que desembocó en la mayor crisis moderna de la democracia norteamericana?

“Estamos viendo que la oferta de desinformación se mantiene estable y elevada, especialmente en torno al negacionismo electoral”, explicó Nora Benavidez, asesora principal de Free Press. “Pero la demanda parece en cierto modo más baja de lo que se temía. En este ciclo electoral los votantes mostraron su resistencia a las mentiras que trataron de influirles en las urnas”.

No parece casual que la novedad coincida con las crisis en Facebook y Twitter, las dos redes sociales que con sus centenares de millones de usuarios y sus dificultades para controlar el contenido se convirtieran en distribuidores principales de la falsa información.

Esta vez nadie quiso ser el malo de la película. El ejemplo de YouTube sirve para entenderlo. La plataforma de videos se comprometió a destinar 15 millones de dólares en la contratación de más de 100 moderadores de contenidos que trabajaran durante las elecciones en Estados Unidos y Brasil, informó el Times. YouTube también aseguró que había ajustado su algoritmo de recomendación para no sugerir contenido político de fuentes no verificadas.

En verdad, y aunque pueda resultar apresurado asegurarlo (plataformas alternativas surgen frente a la declinación de Facebook y Twitter), lo que parece haber cambiado no es tanto la eficacia del control y la verificación, sino la conciencia del votante y la búsqueda de información verificada o, al menos, con la firma de un medio o un autor que la respalde. Un ejercicio intelectual al que la prensa se viene sometiendo desde hace siglos y que resulta vertebral de la democracia, en los Estados Unidos y en cualquier país del mundo.