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Marzo de 2024
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Opinión y Actualidad

The Assistant: en el imperio del terror

La magnífica película de Kitty Green muestra el mecanismo cómplice en la oficina de un depredador sexual inspirado en Harvey Weinstein.

17/04/2021

Por Elsa Fernández-Santos

Para El País

Poco importa que el omnipresente jefe que se esconde detrás de la magnífica The Assistant sea una sombra de Harvey Weinstein, el excapo de Miramax y el principal inculpado en la ciénaga que destapó el movimiento MeToo. Aunque la película de la australiana Kitty Green no deje lugar a dudas, su intención va más allá de un solo nombre. Su monstruo, siempre fuera de campo, siempre grosero y amenazante, está agazapado entre la mancha de un sofá y un grito maleducado, entre un correo electrónico urgente y la butaca vacía de un despacho que no representa a una sola persona sino a un terror sistémico. Sin un subrayado, minimalista y contundente, la película mantiene su tensión de principio a fin para mostrar un hábitat en el que todos miran para otro lado o incluso se justifican a sí mismos con nerviosas bromas frente a las evidencias de abusos sexuales de su jefe. Unos abusos que se extienden como la lava hacia los que viven atemorizados a perder sus trabajos. Porque en The Assistant hay muchos tipos de violaciones y la directora, con calculado respeto hacia las verdaderas víctimas, deja la peor parte a la imaginación del espectador.

La película transcurre en una sola jornada de trabajo. En el arranque, su personaje principal, una asistente aplicada y en apariencia naíf interpretada por Julia Garner —la ganadora de dos premios Emmy por su trabajo en la serie Ozark confirma aquí su enorme talento—, cruza en taxi Nueva York hasta llegar a su oficia en el barrio de Tribeca, una imagen nocturna de Manhattan que recuerda al célebre logo de la compañía Miramax. La oficina está vacía, es lunes y ella es la primera en encender su ordenador.

Sus tareas incluyen recoger el despacho de su jefe, organizar sus viajes y comidas. La chica aspira a ser productora de cine y está en el mejor sitio para llegar a serlo. Green nos presenta a este personaje observador y sensible a través de su silencio y de una puesta en escena que convierte la oficina en el centro de todo: sus mesas, tazas de café, paredes, fotocopiadoras, clips y carpetas son testigos inertes. Todos los espacios y esa quietud pulcra recuerdan a las fotografías de Philip-Lorca diCorcia y en algún momento a los cuadros de su maestro, Edward Hopper. Pero aquí la intención no es transmitir belleza sino el frío de un mecanismo cómplice donde la eficacia, el servilismo y el miedo representan la delgada línea que separa a un depredador de su siguiente bocado.