Santiago del Estero, Jueves 25
Abril de 2024
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Revista

Cómo aumentar el interés de los adolescentes por las tareas de la escuela

A 6 meses del comienzo de las clases virtuales, cautivar el interés de los adolescentes a la hora de esta “nueva escuela” es un gran desafío que no sólo incluye a los docentes.

La pandemia cambió el escenario de la educación en el mundo entero.
25/09/2020

La pandemia de coronavirus trajo como consecuencia un sinfín de situaciones desconocidas, algunas de ellas inéditas para varias generaciones. Así, de la mano de la cuarentena, cada familia intentó adaptarse a la nueva realidad que, entre otras cosas, cambió la dinámica educativa de hijos e hijas.

A seis meses del inicio del aislamiento y del comienzo de las clases virtuales, cautivar el interés de los adolescentes a la hora de esta nueva escuela es un gran desafío que no sólo incluye a los docentes.

El proyecto educativo tiene que ser sostenido por parte de todos los actores de una comunidad si pensamos la escuela como un espacio político. Es fácticamente imposible que la escuela cumpla su función si no realiza una alianza de coparticipación con las familias”, aseguró a Clarín Aldana Neme, Magíster en Educación por la Universidad Torcuato Di Tella.

Para la especialista, es un momento donde el hogar tiene un papel central y donde los adultos deben apelar a nuevas apuestas, en el marco de este escenario absolutamente distinto. “En los hogares, resulta central que podamos validar las instancias de desmotivación, desinterés o apatía de los adolescentes. Legitimar esto, ponerle palabras, implica poder hacer un punto y entender que las estructuras institucionales, familiares y subjetivas, no pueden seguir funcionando como si nada pasara porque este mensaje también es nocivo en tanto niega el contexto”, sostuvo.

Más allá de las cuestiones emocionales, también es necesario apelar a ciertas maniobras que impacten en el desarrollo escolar de los jóvenes. Esta segunda etapa, según Neme, “se relaciona con la readecuación de las estrategias de estudio, la exposición a las pantallas y la diagramación de las rutinas de estudio”. En ese sentido, destacó que “en momentos de álgido desinterés podemos instalar conversaciones que conecten a los adolescentes con sus deseos para el futuro en términos de proyectos vitales, familiares y/u ocupacionales. Esto permite que tangencialmente se pueda ubicar a la escuela como un vehículo, con un para qué mucho más claro de cara a lo que se desea”.

La especialista también se refirió a las posibilidades y responsabilidades de maestros y profesores en este contexto: “Las clases virtuales no debieran ser una réplica o traspolación del aula presencial y aquí hay un desafío que sería deseable, nos interpele. También, como docentes, podemos enfocar las clases atendiendo a teorías del aprendizaje que le otorgan una especial centralidad al trabajo colaborativo entre pares”.

El impacto de la pandemia en cada trayectoria escolar
El impacto de este año en la trayectoria escolar de los estudiantes aún es incierto, sobre todo, teniendo en cuenta las diferentes realidades de cada colegio y de cada alumno. Sin embargo, es claro que la virtualidad puso a la mayoría de los estudiantes en un lugar hasta ahora completamente desconocido.

La escuela es esencialmente un lugar para habitar con una arquitectura y una materialidad concreta y simbólica muy fuerte; no es simplemente un espacio físico que opera como telón de fondo para la incorporación de los contenidos. Entonces, si pensamos la escuela como un hábitat con fisonomías y sistemas de relaciones que le son propios, estamos ante una institución creadora de identidades y sentidos, tanto a nivel concreto como simbólico. Dejar de habitar ese espacio, convoca a los adolescentes ante una escisión compleja de transitar: retirar sus cuerpos de la arquitectura y la materialidad escolar, pero al mismo tiempo teniendo que sostener intelectualmente ese proyecto”, explicó Neme.

Para la especialista, “hoy no podemos aventurar pronósticos respecto de cómo impactará la singularidad de este 2020 en las trayectorias académicas porque el alumnado es muy heterogéneo y las escuelas, también. Sí podemos señalar que la magnitud del impacto dependerá de los puntos de partida de cada estudiante y de los dispositivos de educación a distancia que cada escuela logró implementar. En este último aspecto, nos encontramos ante enormes desigualdades que profundizan inequidades de origen”.

¿Con qué se encontraron los alumnos de nivel secundario este año? Según Neme, “las clases virtuales vinieron en socorro de la coyuntura sanitaria y no las hemos pensado desde las especificidades propias que requiere el estudio remoto”. En ese marco, la diversidad de escenarios incluyó “desde adolescentes que reciben sus tareas por WhatsApp, siendo éste el único lazo social con la escuela, hasta estudiantes que tienen un régimen de exposición full time a clases vía plataformas de videollamadas, imposibles de sostener cognitivamente. En ambos casos, estamos ante dispositivos supletorios que nos van a dejar contenidos por saldar”.

Según una encuesta de UNICEF Argentina realizada en agosto en contexto de pandemia y aislamiento, el 26,8% de los chicos y las chicas dijeron sentirse angustiados, lo cual elevó un 70% el porcentaje respecto al sondeo anterior, realizado en abril.

Al respecto, Neme destacó que “a nivel psicosocial, los adolescentes son uno de los grupos más afectados y, al mismo tiempo, menos atendidos. Entonces, de cara al último trimestre académico y en el marco de un cierre de ciclo lectivo no tan lejano, cada vez aparecen más situaciones de agobio, estrés, incertidumbre, tristeza, desconcierto y angustia. Esto se observa más preponderantemente en los cursantes del último año del secundario, quienes por un lado se encuentran ante la frustración de sus expectativas respecto de los proyectos que habían trazado (viaje de egresados, fiesta, ceremonias de entrega de diplomas) y que constituyen hitos centrales en el pasaje a la vida adulta y, por otro, se enfrentan a la sensación de desinstrumentación para elegir sus ciclos ocupacionales futuros; situación que es habitual en esta etapa aunque se profundiza en esta coyuntura”.

Insistir no es motivar
“Como madres y padres debemos cambiar el chip del ‘insistir’ por el de ‘motivar’”, aseguró Sonia Olmedo, psicóloga y directora junto a Neme de Rizoma Consultora.

A la hora de colaborar con hijos adolescentes en edad escolar, la licenciada mencionó que “lo mejor que podemos hacer es establecer rutinas familiares en conjunto que favorezcan espacios para todas las actividades, y eso obviamente incluye las tareas escolares”. En el marco de este complicadísimo mix de actividades que se presentan en cada hogar, añadió que “hoy la vida se ha transformado en una especie de rompecabezas con miles de piezas que tienen que encastrar lo mejor posible día a día: el trabajo de los adultos, las actividades escolares de los hijos e hijas, las tareas domésticas, etc. El armado en familia de una agenda diaria planificada con horarios puede ayudar, organiza y clarifica actividades y roles”.

Fuente: Clarín.

A seis meses del inicio del aislamiento y del comienzo de las clases virtuales, cautivar el interés de los adolescentes a la hora de esta nueva escuela es un gran desafío que no sólo incluye a los docentes.

El proyecto educativo tiene que ser sostenido por parte de todos los actores de una comunidad si pensamos la escuela como un espacio político. Es fácticamente imposible que la escuela cumpla su función si no realiza una alianza de coparticipación con las familias”, aseguró a Clarín Aldana Neme, Magíster en Educación por la Universidad Torcuato Di Tella.

Para la especialista, es un momento donde el hogar tiene un papel central y donde los adultos deben apelar a nuevas apuestas, en el marco de este escenario absolutamente distinto. “En los hogares, resulta central que podamos validar las instancias de desmotivación, desinterés o apatía de los adolescentes. Legitimar esto, ponerle palabras, implica poder hacer un punto y entender que las estructuras institucionales, familiares y subjetivas, no pueden seguir funcionando como si nada pasara porque este mensaje también es nocivo en tanto niega el contexto”, sostuvo.

Más allá de las cuestiones emocionales, también es necesario apelar a ciertas maniobras que impacten en el desarrollo escolar de los jóvenes. Esta segunda etapa, según Neme, “se relaciona con la readecuación de las estrategias de estudio, la exposición a las pantallas y la diagramación de las rutinas de estudio”. En ese sentido, destacó que “en momentos de álgido desinterés podemos instalar conversaciones que conecten a los adolescentes con sus deseos para el futuro en términos de proyectos vitales, familiares y/u ocupacionales. Esto permite que tangencialmente se pueda ubicar a la escuela como un vehículo, con un para qué mucho más claro de cara a lo que se desea”.

La especialista también se refirió a las posibilidades y responsabilidades de maestros y profesores en este contexto: “Las clases virtuales no debieran ser una réplica o traspolación del aula presencial y aquí hay un desafío que sería deseable, nos interpele. También, como docentes, podemos enfocar las clases atendiendo a teorías del aprendizaje que le otorgan una especial centralidad al trabajo colaborativo entre pares”.

El impacto de la pandemia en cada trayectoria escolar
El impacto de este año en la trayectoria escolar de los estudiantes aún es incierto, sobre todo, teniendo en cuenta las diferentes realidades de cada colegio y de cada alumno. Sin embargo, es claro que la virtualidad puso a la mayoría de los estudiantes en un lugar hasta ahora completamente desconocido.

La escuela es esencialmente un lugar para habitar con una arquitectura y una materialidad concreta y simbólica muy fuerte; no es simplemente un espacio físico que opera como telón de fondo para la incorporación de los contenidos. Entonces, si pensamos la escuela como un hábitat con fisonomías y sistemas de relaciones que le son propios, estamos ante una institución creadora de identidades y sentidos, tanto a nivel concreto como simbólico. Dejar de habitar ese espacio, convoca a los adolescentes ante una escisión compleja de transitar: retirar sus cuerpos de la arquitectura y la materialidad escolar, pero al mismo tiempo teniendo que sostener intelectualmente ese proyecto”, explicó Neme.

Para la especialista, “hoy no podemos aventurar pronósticos respecto de cómo impactará la singularidad de este 2020 en las trayectorias académicas porque el alumnado es muy heterogéneo y las escuelas, también. Sí podemos señalar que la magnitud del impacto dependerá de los puntos de partida de cada estudiante y de los dispositivos de educación a distancia que cada escuela logró implementar. En este último aspecto, nos encontramos ante enormes desigualdades que profundizan inequidades de origen”.

¿Con qué se encontraron los alumnos de nivel secundario este año? Según Neme, “las clases virtuales vinieron en socorro de la coyuntura sanitaria y no las hemos pensado desde las especificidades propias que requiere el estudio remoto”. En ese marco, la diversidad de escenarios incluyó “desde adolescentes que reciben sus tareas por WhatsApp, siendo éste el único lazo social con la escuela, hasta estudiantes que tienen un régimen de exposición full time a clases vía plataformas de videollamadas, imposibles de sostener cognitivamente. En ambos casos, estamos ante dispositivos supletorios que nos van a dejar contenidos por saldar”.

Según una encuesta de UNICEF Argentina realizada en agosto en contexto de pandemia y aislamiento, el 26,8% de los chicos y las chicas dijeron sentirse angustiados, lo cual elevó un 70% el porcentaje respecto al sondeo anterior, realizado en abril.

Al respecto, Neme destacó que “a nivel psicosocial, los adolescentes son uno de los grupos más afectados y, al mismo tiempo, menos atendidos. Entonces, de cara al último trimestre académico y en el marco de un cierre de ciclo lectivo no tan lejano, cada vez aparecen más situaciones de agobio, estrés, incertidumbre, tristeza, desconcierto y angustia. Esto se observa más preponderantemente en los cursantes del último año del secundario, quienes por un lado se encuentran ante la frustración de sus expectativas respecto de los proyectos que habían trazado (viaje de egresados, fiesta, ceremonias de entrega de diplomas) y que constituyen hitos centrales en el pasaje a la vida adulta y, por otro, se enfrentan a la sensación de desinstrumentación para elegir sus ciclos ocupacionales futuros; situación que es habitual en esta etapa aunque se profundiza en esta coyuntura”.

Insistir no es motivar
“Como madres y padres debemos cambiar el chip del ‘insistir’ por el de ‘motivar’”, aseguró Sonia Olmedo, psicóloga y directora junto a Neme de Rizoma Consultora.

A la hora de colaborar con hijos adolescentes en edad escolar, la licenciada mencionó que “lo mejor que podemos hacer es establecer rutinas familiares en conjunto que favorezcan espacios para todas las actividades, y eso obviamente incluye las tareas escolares”. En el marco de este complicadísimo mix de actividades que se presentan en cada hogar, añadió que “hoy la vida se ha transformado en una especie de rompecabezas con miles de piezas que tienen que encastrar lo mejor posible día a día: el trabajo de los adultos, las actividades escolares de los hijos e hijas, las tareas domésticas, etc. El armado en familia de una agenda diaria planificada con horarios puede ayudar, organiza y clarifica actividades y roles”.

Fuente: Clarín.

A seis meses del inicio del aislamiento y del comienzo de las clases virtuales, cautivar el interés de los adolescentes a la hora de esta nueva escuela es un gran desafío que no sólo incluye a los docentes.

El proyecto educativo tiene que ser sostenido por parte de todos los actores de una comunidad si pensamos la escuela como un espacio político. Es fácticamente imposible que la escuela cumpla su función si no realiza una alianza de coparticipación con las familias”, aseguró a Clarín Aldana Neme, Magíster en Educación por la Universidad Torcuato Di Tella.

Para la especialista, es un momento donde el hogar tiene un papel central y donde los adultos deben apelar a nuevas apuestas, en el marco de este escenario absolutamente distinto. “En los hogares, resulta central que podamos validar las instancias de desmotivación, desinterés o apatía de los adolescentes. Legitimar esto, ponerle palabras, implica poder hacer un punto y entender que las estructuras institucionales, familiares y subjetivas, no pueden seguir funcionando como si nada pasara porque este mensaje también es nocivo en tanto niega el contexto”, sostuvo.

Más allá de las cuestiones emocionales, también es necesario apelar a ciertas maniobras que impacten en el desarrollo escolar de los jóvenes. Esta segunda etapa, según Neme, “se relaciona con la readecuación de las estrategias de estudio, la exposición a las pantallas y la diagramación de las rutinas de estudio”. En ese sentido, destacó que “en momentos de álgido desinterés podemos instalar conversaciones que conecten a los adolescentes con sus deseos para el futuro en términos de proyectos vitales, familiares y/u ocupacionales. Esto permite que tangencialmente se pueda ubicar a la escuela como un vehículo, con un para qué mucho más claro de cara a lo que se desea”.

La especialista también se refirió a las posibilidades y responsabilidades de maestros y profesores en este contexto: “Las clases virtuales no debieran ser una réplica o traspolación del aula presencial y aquí hay un desafío que sería deseable, nos interpele. También, como docentes, podemos enfocar las clases atendiendo a teorías del aprendizaje que le otorgan una especial centralidad al trabajo colaborativo entre pares”.

El impacto de la pandemia en cada trayectoria escolar
El impacto de este año en la trayectoria escolar de los estudiantes aún es incierto, sobre todo, teniendo en cuenta las diferentes realidades de cada colegio y de cada alumno. Sin embargo, es claro que la virtualidad puso a la mayoría de los estudiantes en un lugar hasta ahora completamente desconocido.

La escuela es esencialmente un lugar para habitar con una arquitectura y una materialidad concreta y simbólica muy fuerte; no es simplemente un espacio físico que opera como telón de fondo para la incorporación de los contenidos. Entonces, si pensamos la escuela como un hábitat con fisonomías y sistemas de relaciones que le son propios, estamos ante una institución creadora de identidades y sentidos, tanto a nivel concreto como simbólico. Dejar de habitar ese espacio, convoca a los adolescentes ante una escisión compleja de transitar: retirar sus cuerpos de la arquitectura y la materialidad escolar, pero al mismo tiempo teniendo que sostener intelectualmente ese proyecto”, explicó Neme.

Para la especialista, “hoy no podemos aventurar pronósticos respecto de cómo impactará la singularidad de este 2020 en las trayectorias académicas porque el alumnado es muy heterogéneo y las escuelas, también. Sí podemos señalar que la magnitud del impacto dependerá de los puntos de partida de cada estudiante y de los dispositivos de educación a distancia que cada escuela logró implementar. En este último aspecto, nos encontramos ante enormes desigualdades que profundizan inequidades de origen”.

¿Con qué se encontraron los alumnos de nivel secundario este año? Según Neme, “las clases virtuales vinieron en socorro de la coyuntura sanitaria y no las hemos pensado desde las especificidades propias que requiere el estudio remoto”. En ese marco, la diversidad de escenarios incluyó “desde adolescentes que reciben sus tareas por WhatsApp, siendo éste el único lazo social con la escuela, hasta estudiantes que tienen un régimen de exposición full time a clases vía plataformas de videollamadas, imposibles de sostener cognitivamente. En ambos casos, estamos ante dispositivos supletorios que nos van a dejar contenidos por saldar”.

Según una encuesta de UNICEF Argentina realizada en agosto en contexto de pandemia y aislamiento, el 26,8% de los chicos y las chicas dijeron sentirse angustiados, lo cual elevó un 70% el porcentaje respecto al sondeo anterior, realizado en abril.

Al respecto, Neme destacó que “a nivel psicosocial, los adolescentes son uno de los grupos más afectados y, al mismo tiempo, menos atendidos. Entonces, de cara al último trimestre académico y en el marco de un cierre de ciclo lectivo no tan lejano, cada vez aparecen más situaciones de agobio, estrés, incertidumbre, tristeza, desconcierto y angustia. Esto se observa más preponderantemente en los cursantes del último año del secundario, quienes por un lado se encuentran ante la frustración de sus expectativas respecto de los proyectos que habían trazado (viaje de egresados, fiesta, ceremonias de entrega de diplomas) y que constituyen hitos centrales en el pasaje a la vida adulta y, por otro, se enfrentan a la sensación de desinstrumentación para elegir sus ciclos ocupacionales futuros; situación que es habitual en esta etapa aunque se profundiza en esta coyuntura”.

Insistir no es motivar
“Como madres y padres debemos cambiar el chip del ‘insistir’ por el de ‘motivar’”, aseguró Sonia Olmedo, psicóloga y directora junto a Neme de Rizoma Consultora.

A la hora de colaborar con hijos adolescentes en edad escolar, la licenciada mencionó que “lo mejor que podemos hacer es establecer rutinas familiares en conjunto que favorezcan espacios para todas las actividades, y eso obviamente incluye las tareas escolares”. En el marco de este complicadísimo mix de actividades que se presentan en cada hogar, añadió que “hoy la vida se ha transformado en una especie de rompecabezas con miles de piezas que tienen que encastrar lo mejor posible día a día: el trabajo de los adultos, las actividades escolares de los hijos e hijas, las tareas domésticas, etc. El armado en familia de una agenda diaria planificada con horarios puede ayudar, organiza y clarifica actividades y roles”.

Fuente: Clarín.