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Opinión y Actualidad

El lamento opositor argentino para promover el éxodo antiperonista

En las últimas semanas se acentuó en Argentina una campaña mediática para abandonar en masa el país.

14/08/2020

Por Cecilia González

Periodista y escritora

Opositores al gobierno de Alberto Fernández repiten su tristeza, decepción, desilusión y desesperanza después de que el peronismo regresara al poder en las elecciones del año pasado. No logran superar el trauma de la derrota.

"Este país no tiene remedio", concluyen una y otra vez. Sus quejas, amplificadas por los medios tradicionales y antiperonistas, construyen un lamento cotidiano e interminable. Bien podrían escribir la letra de un tango colectivo. Todo es mejor que vivir bajo el yugo peronista. Incluso lavar copas en Europa. Claro, es la idealizada Europa. La duda es si habrá copas suficientes para tantas y tantos que amagan con escapar de su argentina natal, que hoy les parece el horror.

Obvio que la inconformidad, envuelta en un tufo a capricho, arrastra cargas ideológicas.


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Ya que no pueden usar al Brasil de Bolsonaro y al Chile de Piñera como ejemplo, la derecha argentina promociona ahora a Uruguay como la ruta a seguir. Es la nueva tierra prometida. Bueno, tomando en cuenta que allá el aborto y la marihuana son legales, no está tan mal, pero no son precisamente esas las razones que los impulsan.

El caso es que el proceso electoral al otro lado del Río de la Plata, tan democrático como el de Argentina, también implicó un cambio de papeles entre el oficialismo y la oposición. De la mano de Luis Alberto Lacalle Pou, el liberalismo retornó al poder y puso fin a 15 años de gobiernos de izquierda.

De ahí que el presidente uruguayo sea la nueva estrella de la derecha regional y que, en plena pandemia, haya realizado una intensa gira mediática virtual por medios argentinos. Los periodistas que lo entrevistaban lo miraban con embeleso al mismo tiempo que denostaban al gobierno argentino. El pueblo uruguayo, dicen, sí tuvo remedio.

El dolor por la victoria peronista todavía es profundo. Roza la humillación. Alberto Fernández ni siquiera necesitó una segunda vuelta para vencer a Mauricio Macri. Y todavía peor: regresó Cristina Fernández de Kirchner, la malvada favorita, la que sus enemigos juraron que no volvía más. Ahora es la vicepresidenta, la mujer que ha ocupado todos los cargos importantes de la política argentina, quien dirige las sesiones en el Senado. La que los irrita. A la que detestan. La que no soportan. A la que imponen apodos insultantes al por mayor.

"Éxodo" y aniversario

La respuesta al desasosiego conservador es la campaña para promover la huida como la mejor solución. Las notas sobre los mejores países para radicarse, las mejores democracias para vivir, los países en donde es más fácil obtener la nacionalidad, se multiplican. Al igual que declaraciones tipo: "Abandoné toda esperanza en este país", "nos volvimos Venezuela, hay que escapar", "me duele que los jóvenes se quieran ir porque acá no hay futuro".

Cualquiera que se queje del gobierno tiene asegurada amplia repercusión. Como el argentino que publicó una carta en un diario uruguayo en nombre de varias "familias argentinas de clase media" para preguntarle a Lacalle Pou si tiene previsto "algún plan de contingencia para acoger una segura masiva inmigración productiva" apenas pase la pandemia. Porque el plan es escapar de Argentina lo más pronto que se pueda. De momento, el presidente vecino ya anunció una y otra vez facilidades de radicación. ¿Se irán? Qué ganas de que termine la pandemia para comprobarlo.

Los aniversarios, es bien sabido, reviven las angustias. Esta semana, al cumplirse un año de las históricas elecciones primarias de candidatos presidenciales que demostraron que el macrismo iba de salida, la oposición convirtió en tendencia las frases "suicido colectivo" y "tragedia nacional", que dejaron nuevamente en evidencia su desprecio a los ciudadanos y a los procesos electorales transparentes como pilar de la democracia.


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En lugar de hacer autocrítica por la derrota, desde hace un año y hasta ahora siguen culpando a la ciudadanía por no haber votado bien. Envueltos en su soberbia, se enfurecen con la democracia que tanto dicen defender y que, en realidad, sólo avalan cuando ganan. Si pierden, la culpa es de otros. De esa Argentina que no tiene remedio y de la cual hay que desertar.

Lo más raro es que hubo exfuncionarios que se sumaron a la conmemoración de su propio fracaso electoral. Pero, otra vez, fue para regañar, criticar y agredir a los votantes. "Hace un año, muchos argentinos eligieron atrasismo, impunidad y venganza", escribió una. "Hace un año los argentinos dimos el primer paso hacia un abismo del que aún no hemos podido salir", agregó otro.

Sus militantes siguieron en la misma línea. "La sociedad argentina decidió cometer un suicidio colectivo", "millones de argentinos votaron filochavismo", "pensé en el desagradecimiento y la poca memoria del argentino promedio", "hace un año, este país escribía una de las páginas más oscuras en toda la historia de su democracia", "nunca un voto fue tan claro, y nunca se eligió, libremente, a una mafia tan evidente", "la peor pesadilla electoral de Argentina", "hace rato que no tenía tanto fastidio hacia la sociedad por cómo votan".

Porque, eso sí, perdieron las elecciones, pero no los sentimientos de superioridad.

Así que mientras insultan a quienes no votaron como ellos y siguen prometiendo una huida en masa, igual se entretienen organizando marchas, cacerolazos y protestas contra toda medida de un gobierno al que no se ruborizan en comparar con una dictadura.

Que les haya ganado en las urnas, claro, es apenas un detalle sin importancia.

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