Te invitamos a leer la reseña de la segunda parte de IT, película a cargo del argentino Andy Muschietti y basada en la novela de Stephen King.
Por Silvio Pratto
Si con la primera parte de esta nueva versión de un clásico del terror moderno como IT, el argentino Andy Muschietti debía batallar con la gigantesca sombra que Tim Curry y los suyos dejaron con el telefilm de 1990, en esta segunda entrega debía hacerlo además contra él mismo. Y es que el largometraje que dio inicio a esta renovada mirada a la emblemática novela de Stephen King consiguió lo que a priori parecía imposible: cautivar en igual medida a los fanáticos y a una crítica siempre escéptica al momento de abordar una nueva película de un género tan bastardeado como el terror.
Pasaron 27 años desde que el inhóspito pueblo de Derry fuese el escenario de una ola de maldad desatada por el payaso Pennywise. Aquel ecléctico grupo de amigos, los "Perdedores", son ahora adultos prósperos que dejaron atrás no solo Derry, sino también los recuerdos de ese truculento pasado que los obligó a enfrentar horrores indecibles. Honrando una promesa de juventud, se reunen nuevamente por el regreso de aquella amenaza.
Muschietti fundamenta con solidez la decisión de dividir la historia original en dos capítulos, mostrando en el primero la adolescencia de los protagonistas para dar paso a su vida adulta en esta segunda entrega. Así, se diferencia de la novela, donde la historia fue narrada saltando en el tiempo entre capítulos para alternar juventud/vida adulta a modo de contrapunto. El uso de
flashbacks es funcional pero no un recurso remanido y la cinta logra centrarse en esta versión madura de aquellos preadolescentes repletos de dudas, dando pie a un juego de luces y sombras comparativo que resulta muy nutritivo para un guión ágil e inteligente.
El reparto tiene sus puntos altos en la muy lograda interpretación que
Bill Skarsgård construye de Pennywise, que aun apoyada en los correctos efectos y el destacable maquillaje, no pìerde méritos gracias a la dosis de teatralidad que el actor sueco dota a su actuación, de voces resonantes y gestos espasmódicos. Apenas detrás de él aparece el
Richie Tozier de Bill Hader. El histriónico personaje sobresale en un grupo heterogéneo por sus oportunos aportes humorísticos y el constante complemento con el
Eddie Kaspbrak de James Ransone, otro de los destacados.
Jessica Chastain no desentona en esta versión adulta y circunspecta de
Beverly Marsh, aunque en oposición con su equivalente adolescente de la primera parte (a cargo de Sophia Lillis) parece algo edulcorada. Algo similar sucede con el
Bill Denbrough de James McAvoy, que cumple sin grandes highlights, a excepción claro está de su interacción con
Stephen King, encargado de agrandar su cameo y hacerse cargo de una breve actuación como vendedor de antigüedades, bebedor de mate y fanático de Independiente, en una escena que exuda argentinidad en la que Andy Muschietti aprovecha para hacer gala de sus pasiones. Bravo.
La película transcurre sin torpezas durante sus casi tres horas de duración, y encuentra su cenit durante la última media hora, donde evidencia su mutación argumental más interesante, pasando del terror sobrenatural al psicológico dando forma así a una muy lograda metáfora sobre ese tipo particular de abuso y acoso. Los diálogos advierten sobre una batalla de voluntades de cara a esa temible entidad del mal y de esa manera, cierra la grieta que algunas escenas, de pretensiones surrealistas, pudieran insinuar. De repente, ya no estamos ante un grupo de amigos luchando contra un monstruo feo y malo sino contra la representación misma de todos sus miedos adolescentes, esos que marcaron a fuego su vida adulta y que hoy los encuentra juntos, en procura de poner a dormir una vez más su demonio personal al menos hasta la inevitable próxima.
Habrá que prestar atención a los próximos trabajos de
Andy Muschietti, quien ha demostrado una gran estatura para abordar el terror y el suspenso en su versión más industrial, lo cual, en añadidura lo convierte en una potencial gema para
Hollywood. Su llegada al Universo DC para hacerse cargo de
The Flash parece inminente y tras salir airoso de esa temible galaxia llamada
Stephen King, no sería buena idea perderse sus proyectos venideros. Yo, particularmente, no pienso hacerlo.