Una joven se sometió a una histerectomía a los 28 años, por causa del trastorno disfórico premenstrual.
Durante dos semanas cada mes, Lucie parecía convertirse en otra persona: en una que sufría de innumerables problemas físicos y mentales, y ella no entendía por qué.
"Era como si me hubieran puesto un peso encima", dice Lucie, de Reino Unido. "En un punto, fui al médico y le dije que creía que estaba poseída".
Antes de llegar a la pubertad, Lucie había sido una niña tranquila, feliz y despreocupada.
Pero a partir de los 13 años comenzó a sufrir depresión severa, ansiedad y ataques de pánico.
Comenzó también a autolesionarse y a experimentar cambios de humor extremos.
Entonces, a los 14 años, la sacaron de su escuela y la mandaron a vivir a una unidad de salud mental para adolescentes.
"Me diagnosticaron trastorno de estrés postraumático y trastorno obsesivo compulsivo (TOC), y mencionaban mucho la palabra bipolar", recuerda.
Pero ninguno de estos diagnósticos parecía ajustarse a la naturaleza cíclica de sus síntomas.
Embarazos
Las cosas cambiaron drásticamente cuando quedó embarazada de su hijo Toby a los 16 años.
"A los pocos meses de estar embarazada dejé el hospital. Mis síntomas simplemente desaparecieron. Estaba feliz. Me sentía mentalmente muy, muy bien, lo cual era una sorpresa", cuenta.
Cuando acabó el periodo de lactancia y sus períodos menstruales regresaron, también lo hicieron sus síntomas.
Unos años más tarde, Lucie, de Devon, en el sur de Reino Unido, volvió a la escuela para prepararse para el examen de ingreso a la universidad, pero cada cierto tiempo se sentía incapaz de aguantar la presión y finalmente se retiró.
Luego empezó a estudiar para convertirse en asistente de docencia, hasta que dos meses antes de terminar, sus síntomas se volvieron insoportables.
Pero a los 23, Lucie quedó embarazada de su hija Bella. Nuevamente se sintió mentalmente bien, a pesar de tener que pasar meses en el hospital a causa de vómitos intensos.
Sin embargo, después del nacimiento de Bella, los síntomas contra los que había luchado durante años empeoraron.
Algunos eran físicos: dolores articulares y musculares, hipersensibilidad a sonidos, olores y al tacto, y fatiga extrema.
Otros eran pensamientos invasivos, comportamiento irracional, olvido y sentimientos abrumadores de desesperanza.
"Lo más aterrador para mí fue la despersonalización, me sentía como si estuviera completamente desconectada de mi cuerpo, y como si estuviera en un sueño", recuerda. "En ciertos momentos, no reconocía a las personas que estaban a mi alrededor. Sus rostros no tenían ningún sentido para mí".
"Cuando las cosas estaban realmente mal, escuchaba mi voz como si fuera la de otra persona", cuenta.
Frecuentemente tenía pensamientos suicidas y deseaba su propia muerte.
Todas estas cosas ocurrían a intervalos mensuales.
Diagnóstico
Un día, su esposo, Martin, habló repentinamente de cómo debía mantenerse callado antes del período de ella para no molestarla.
Fue entonces que Lucie comenzó a estudiar la conexión entre su menstruación y los síntomas y a preguntarse si sus hormonas podían ser la causa de sus problemas.
"A las pocas horas de sangrar, estaba bien. Iba de un extremo a otro. Aunque sufría periodos realmente pesados y terribles, me sentía en mi mejor momento sangrando. Incluso planeé mi boda para un día en que estuviera sangrando, porque era cuando me sentía bien", explica.
Con una lista de alrededor 30 síntomas, Lucie fue a hablar con su médico de cabecera.
Frecuentemente le decían que sufría de depresión posparto —después del nacimiento de su hija—, pero habiendo sufrido depresión en el pasado, Lucie creía firmemente que ese no era el caso.
La joven había tomado antidepresivos, ansiolíticos y pastillas para dormir desde que era adolescente y, de adulta, le agregaron antipsicóticos a la mezcla.
"Estaba tomando una dosis muy fuerte de antidepresivos. Yo decía: 'No estoy deprimida... es otra cosa la que me está pasando'. Sentía que estaba perdiendo la razón por completo", recuerda.
Su médico la envió a ver a un equipo de salud mental, que dijo que tenía una enfermedad física que no podía ser tratada por un psiquiatra: trastorno disfórico premenstrual (TDPM) o una forma grave de síndrome premenstrual (SPM).
El equipo le recomendó ir al ginecólogo y que evaluara tomar medicamentos para prevenir la ovulación permanentemente.
Pero su médico no estuvo de acuerdo con el diagnóstico e insistió en que probara todos los tratamientos alternativos posibles.
Le recetaron varias píldoras anticonceptivas, pero la hacían sentir constantemente enferma y una vez que alcanzaba el límite de la dosis para un antidepresivo, le agregaban otro más.
Tomaba Mirtazapina, Sertralina, Prozac y Diazepam, entre otras pastillas que la adormecían.
"Fue mi peor momento, no podía ir a los médicos, ni construir una oración, ni mantener una conversación. Luego, cuando estaba bien, no podía recordar cómo me había sentido antes, las semanas malas se volvían borrosas", afirma.
Finalmente, conoció a un médico de cabecera que reconoció que ninguno de sus tratamientos había funcionado y, finalmente, la remitió a un ginecólogo.
La cita tuvo lugar casi un año después de su diagnóstico de TDPM.
Inmediatamente le recetaron unas inyecciones cada cuatro semanas para detener la producción de estrógeno en su cuerpo, lo que provocaría que entrara en una menopausia temporal.
Las dos primeras semanas fueron increíblemente difíciles.
Pero después de eso, mientras se preparaba para que comenzara su ataque mensual, no pasó nada, y se sintió realmente bien por primera vez en más de una década.
"De repente, todo cambió... todos mis síntomas desaparecieron", dice. "No me di cuenta de lo mal que estaba hasta que desaparecieron".
Nueva propuesta
En dos meses, milagrosamente, pudo dejar toda la medicación que había tomado desde la adolescencia.
Cinco meses después de haber comenzado con las inyecciones para el TDPM, el médico le dio una nueva idea: practicarse una histerectomía, que es la extirpación del útero y los ovarios.
Antes de esto, Lucie había estado segura de que quería otro hijo, pero empezó a vacilar.
"(Quedarme embarazada) significaba dejar las inyecciones, dejar que mis períodos regresaran y todo lo que eso implicaba vino con eso, y eso era simplemente imposible", indica.
"Iba a estar suicida de nuevo, haciendo cosas ridículamente riesgosas. Tuve miedo", añade.
Cuando Lucie discutió la posibilidad de una histerectomía con su esposo Martin, él la apoyó, pero le preocupaba que ella pudiera arrepentirse de la decisión. A Lucie también le preocupaba eso.
Pero luego se sentaron a escribir una lista de los síntomas que sufría y contaron 42.
"No había forma de que pudiera sobrevivir de nuevo, ya sabiendo cómo debía ser la vida, lo que era normal", cuenta. "Martin había visto el cambio en mí y en nuestras vidas. Era mucho mejor".
La enfermera que le había estado poniendo inyecciones durante meses le recomendó otro médico de cabecera y éste aceptó la solicitud de Lucie de ser tratada en una unidad especializada en el Hospital Chelsea y Westminster en Londres.
En ese centro médico le recetaron una inyección cada 10 semanas en lugar de cuatro, y durante un tiempo funcionó tan bien que parecía que no habría necesidad de una histerectomía.
Pero luego Lucie comenzó a sufrir de un nuevo problema provocado por la menopausia temporal: la pérdida de densidad ósea, que a menudo conduce a la osteoporosis.
Le prescribieron Terapia de Reemplazo Hormonal (HRT), pero la hacía sentir extremadamente enferma.
Esta situación hizo que Lucie se decidiera y en diciembre de 2016, a los 28 años, se sometió a una histerectomía.
Una nueva vida
En el primer año después de la operación, a pesar de las migrañas ocasionales, pudo hacer más cosas que en los 10 años anteriores.
Terminó sus estudios y ahora está trabajando como asistente de docencia, haciendo el trabajo para el que nunca pensó que sería lo suficientemente buena.
Lucie no lamenta el tiempo que tardó en obtener un diagnóstico.
"Llegué al final. Me siento afortunada de que haya algo que pueda curarse", asegura.
Solo hubiera deseado que sus médicos la tomaran más en serio después del nacimiento de su hija, cuando sus síntomas se volvieron más severos.
La cirugía no solo ha afectado a Lucie, sino a todos los que la rodean.
Martin, que es músico, puede pasar más tiempo trabajando, porque Lucie ahora puede hacerse cargo de los niños.
Toby es lo suficientemente mayor como para apreciar el cambio positivo en su madre.
Lucie espera que Bella no recuerde cómo era antes de que comenzara su tratamiento para el TDPM. Ahora son una familia mucho más feliz.
"¿Así es como son todas las personas todo el tiempo? No saben lo afortunados que son", reconoce Lucie. "Es algo que nunca tomaré por sentado".
¿Qué es el TDPM?
El trastorno disfórico premenstrual grave afecta al 5-10% de las mujeres que menstrúan y a menudo se desencadena por fluctuaciones en los niveles hormonales.
Algunas mujeres tienen una propensión genética a estos cambios: investigaciones han demostrado que las pacientes suelen tener antecedentes familiares de síndrome premenstrual.
Si bien los síntomas físicos son comunes, son los síntomas emocionales —depresión, irritabilidad o agresividad— los que causan los peores problemas.
El trastorno disfórico premenstrual puede afectar a cualquiera que menstrúe, pero es más común que ocurra durante la adolescencia, cuando recién empieza el período, y que se extienda hasta después de los 35 años.
La histerectomía es usualmente el último recurso para el trastorno disfórico premenstrual y no se practica a la ligera. Pero puede ser una cura efectiva. Las pacientes deben recibir una terapia de reemplazo hormonal para evitar que los problemas de la menopausia reemplacen a los síntomas premenstruales.